Tesoros de los palacios reales de España. Algunas consideraciones

INTRODUCCIÓN

Estemos conscientes de ello o no,  cada uno de nosotros tiene una forma de concebir la realidad. Esto, que podemos llamar una idea del mundo, no es un hecho aislado, sino el resultado de una serie de factores que están interactuando constantemente. En nosotros influyen las convenciones sociales, las ideas predominantes, los gustos impuestos y muchas otras cosas que, aunque parezca que son absolutamente personales, somos capaces de compartir porque nos vienen de afuera. Es decir que, aunque absolutamente nadie piensa igual, todos compartimos una cosmovisión de acuerdo a nuestra época y sociedad. Lo anterior puede manifestarse, entre otras cosas, a través del Arte. El Arte es una consecuencia directa del mundo interno y externo del artista. A veces pensamos que para estudiar el Arte, simplemente, hemos dividido a las obras y autores por corrientes, facilitando la comprensión. Sin embargo, cuando hablamos de corrientes, también nos referimos a las diferentes épocas y situaciones de cada una de ellas. Por lo tanto, la relación de cada corriente con su contexto es fundamental para que el estilo se defina y se dé. Hay que entender cada estilo como la respuesta al anterior, y saber que dicha respuesta depende de la idea del mundo que tienen los artistas.   
En este trabajo, que más que una investigación es una breve reflexión, vamos a ver qué sucede con dos corrientes: el Romanticismo y el Barroco. Pero, como un estudio de cada una de ellas nos llevaría demasiado tiempo y demasiado papel, nos enfocaremos únicamente en la relación que ambas corrientes mantienen con el Poder. Para ello fui de visita al Palacio Nacional, a una exposición llamada Tesoros de los palacios reales de España. Una historia compartida, y lo que haré a continuación será hablares un poco sobre la relación que tuvieron con el poder el Romanticismo y el Barroco, respectivamente. Después hablaré sobre uno de los objetos de la exposición y terminaré con algunas consideraciones.



El Romanticismo es una corriente que rompe con su antecesor, el Neoclásico; éste, a su vez, rompe con el Barroco. Cada una funciona respondiendo de manera opuesta a la anterior. En el particular caso de la relación que existe entre el Romanticismo y el Poder, podemos decir, a grandes rasgos, que esta corriente está totalmente en contra del Poder. El Arte debe tener su propia esfera y, por lo tanto, ser autónomo. Lo importante para la validación de una obra es la estética, o sea, la belleza que posee. Cada poema, cuadro y/o cualquier otra manifestación debe ser la expresión de la individualidad del sujeto. Todo esto desemboca en una separación total entre dicho sujeto y el resto de la sociedad –actitud que nutrirá al Existencialismo. El Romanticismo es la continuidad de la modernidad renacentista. Y, como tal, le da una importancia a la subjetividad, que será la piedra angular del resto de los ‘ismos’ de la Vanguardia.  
Es necesario que entendamos que el Romanticismo terminó siendo una cosmovisión, que implica ideas sociales, políticas y religiosas; como lo fue el Cristianismo en su apogeo

En el lado opuesto de esta postura se encuentra la estrecha relación que guardaban la idea del Arte barroco y el Poder; relación que se da de una forma totalmente distinta al “Arte por el Arte” romántico. Pues, a pesar de que el Barroco fue y es interpretado románticamente, en él no existe la autonomía del Arte. Esto significa que, en el Barroco, el Arte está ligado al Poder, porque es pagado por el Poder (la Monarquía y la Iglesia), el cual se encarga de controlar la difusión, la temática y la producción de la mayoría de las obras. De lo anterior resulta el hecho de que la validación de las obras de arte sea ideológica antes que estética, lo que puede entenderse si decimos que, mientras más cerca se está de la cultura oficial, más relevancia se tiene.
Para los barrocos, el sujeto es el porta voz del sector social al que pertenece, en particular, y de la sociedad misma, en general.

Una vez hecha esa breve comparación voy a hablarles sobre una pieza, que si bien no fue mi favorita por no poder competir con El Greco y Zurbarán, es bastante útil para tratar nuestro tema. Se trata del Sillón del trono de Carlos III, hecho en Nápoles por
Giovanni Battista Natali (1698-1768). Era parte del Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, el cual conserva su decoración original. Los elementos centrales y más simbólicos de esa estancia son el gran dosel y el sillón del trono. Desde su creación entre 1763 y 1773, cada rey ha tenido su propio sillón, en su mayoría copia de éste primero. Está hecho de madera ensamblada, tallada y dorada, con terciopelo de seda bordado a realce con hilo entorchado de plata sobredorada. Actualmente se encuentra en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, Segovia.[1] Esta pieza  es una clara muestra del poder, porque nadie que no fuera el Rey podría usar (pagar) una silla como esta. Es evidente que cada detalle de ella tiene una finalidad propagandística: desde el color dorado, que representa lo divino, hasta la costosa y roja seda, que nos recuerda la sangre, la vitalidad, la fuerza y la guerra. En pocas palabras, este Sillón del trono, con la cara del mismo Carlos III en él, es la representación de todo el dinero y poder que el Rey tenía. Aquí vemos claramente como la habilidad, el talento, la creatividad, el tiempo y la dedicación de un artista están a disposición de aquel que pueda pagarlos. Ya lo dijo Quevedo: “Poderoso caballero es Don Dinero”.

Como consideraciones finales, podría seguir los lineamientos lo mejor posible, y hacer una pequeña síntesis de lo expuesto para después reafirmar la demostración de las posturas iniciales. Sin embargo, quiero hablar de otro objeto, que sin estar como pieza de la exposición, fue visto por todos los visitantes: un rifle. El arma era portada por dos de los soldados encargados de la “seguridad del Palacio”, que no es un museo sino “la casa del presidente”. Y si la menciono es porque, actualmente en México, esa es la forma de manifestar el poder: desplegar y amenazar al pueblo bajo cualquier pretexto, para que vea que el gobierno es capaz de matar a quien sea. ¿Mi comentario tiene que ver con el Arte? Sí, porque, aunque el rifle no puede ser considerado una obra de arte –a menos que uno sea admirador de las armas y haga una valoración en extremo subjetiva-, es la muestra más fresca y concreta de lo que la sociedad, que incluye a todo artista, está viviendo. El poder, hoy, se sirve de una exposición de arte para mostrarnos en el bello Palacio nacional como es que se relaciona con el sujeto: amenazándolo.
A pesar de que muchos de nosotros nos sentimos más identificados con la idea romántica del Arte, lo cierto es que vivimos demasiado cerca de la función Barroca del mismo. Porque si bien estamos llenos de ideas románticas, jamás hemos salido totalmente de la decadencia barroca. Ahora bien, podemos preguntarle a algunos de nuestros artistas: ¿Qué les importa más y con mayor frecuencia el “Arte por el Arte” o la fama y el dinero?  













[1] La imagen y su información fueron extraídas el 5 de febrero de 2012, desde:  http://www.tesorospalaciosreales.gob.mx/tesoros.php?sala=6&obra=118

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