LOS ESTOICOS Y EL SUICIDIO






INTRODUCCIÓN

La vida tiene un principio y, necesariamente, un final, pues la inmortalidad no existe. Y lo cierto es que nadie decide cuándo o dónde nacerá, pero, ¿se puede decidir cuándo morir?, y, en consecuencia, ¿es el suicidio una opción?

Como tantos otros temas polémicos el del suicidio ha tenido sus defensores y retractores desde la Antigüedad.  No está exento de prejuicios, ideas religiosas, ejemplos, contraejemplos, etc. También ha pasado por algunos cambios a través de los siglos, cambios que van desde su aprobación en el Romanticismo, hasta su sátira en las corrientes posteriores.
El Estoicismo, en particular, tomó una postura con la que yo estoy de acuerdo: “La vida […] no debe conservarse  por encima de todo, ya que no es un bien el vivir, sino el vivir con rectitud. En consecuencia, el sabio vivirá mientras deba, no mientras pueda”[1]. Pero si la vida no es un bien, entonces,  ¿qué es un bien? ¿Qué es vivir con rectitud? ¿Cómo se llega a ser un sabio estoico? ¿Cuándo se sabe la diferencia entre deber y poder?... Estas preguntas son menos confusas de lo que parecen, y, en adelante, hablaré de la ética estoica, de sus antecedentes y de dos de sus más reconocidos exponentes para responderlas.

1. ANTECEDENTES

El Estoicismo toma su nombre del Pórtico Decorado (stoá Poikilee), donde Zenón daba sus lecciones. Zenón de Citio (333-264 a. C.) fue discípulo de Cratos, quien a su vez lo fue de Antístenes y este último lo fue de Sócrates, por lo que se habla de una influencia socrática, a través de los cínicos, en la ética estoica; además de la influencia de Heráclito.

Pero, en el caso de la idea estoica del suicidio, el mejor referente es la Apología de Sócrates, pues es en este libro de Platón donde se muestra el dilema moral que enfrentó Sócrates y la solución que dio al mismo. Sócrates es acusado por Anito, Licón y Melito de corromper a los jóvenes, no creer en los dioses e introducir nuevas deidades. Para defenderse, interroga a Melito y le demuestra, mediante sus razonamientos, que no es posible negar la existencia de los dioses y, al mismo tiempo, hablar de otros. Además explica el motivo real de las falsas acusaciones: Sócrates tiene la obligación, por designios del dios Apolo, de ir en busca de alguien que sea más sabio que él, porque, a diferencia de quienes son ignorantes por creer que saben algo, Sócrates es un poco sabio por saber que no sabe nada, y esto provoca el rencor y la envidia de las personas.

Al final, es encontrado culpable y condenado a muerte, pero dice que aún si le ofrecieran salvar la vida a cambio de no seguir con su búsqueda de alguien sabio y su deber de mostrar a otros el porqué de su ignorancia, no lo aceptaría,  pues está equivocado quien cree “que un varón, por poco que sea de provecho para alguien, deba calcular el riesgo de vida y muerte, en vez de examinar sólo si, cuando obra, obra justa o injustamente, y si sus obras son de hombre bueno o malo”[2].
Para Sócrates la muerte no es un mal, pues no existe mal alguno para el hombre de bien y “temer a la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo; pues es creer saber lo que no se sabe”[3], porque, en realidad, nadie es capaz de decir qué sucede tras la muerte.

  
2. LA ÉTICA ESTOICA


La filosofía estoica es el centro de gravedad después de Aristóteles. Tuvo tres etapas que coinciden con los tres grandes momentos de la “transculturación” entre Grecia y Roma:
a)     Antiguo o primer estoicismo, fines del siglo IV al II a. C.: Zenón, Cleantes y Crisipo.
b)     Medio o segundo estoicismo, siglos II a I a. C.; importación de la doctrina a Roma: Panecio Rodio y Posidonio Sirio.
c)      Estoicismo del Imperio romano, sea griego o latino: Cornuto, Dion Crisóstomo, Séneca, Epicteto, Marco Aurelio, etc.[4]

La doctrina estoica es racionalista y panteísta, por basar sus principios en la razón y hablar del mundo como un todo, un logos racional y, por ende, perfecto. Consta de tres partes, dependientes entre sí: la Lógica, la Física y la Ética.[5] Esta última tiene como único fin la búsqueda de la felicidad. Para ser feliz hay que ser sabio y ser sabio no significa poseer todo el conocimiento, sino vivir de manera coherente con la naturaleza, es decir, de acuerdo a la virtud o razón. Crisipo sostenía que la virtud es una cierta disposición de lo rector del alma que consiste en una razón segura e inmodificable y como, de acuerdo con la Física, el alma es un cuerpo la virtud es idéntica en sustancia al pensamiento. Tiene diferentes formas y cada una de ellas es un conocimiento concerniente a un determinado aspecto de la acción; pero la acción virtuosa como tal es una unidad que presupone la posesión de la totalidad de las virtudes.[6]  Las virtudes son ciertos tipos de vienes: toda virtud es un bien, pero no todo bien es una virtud. Entre las virtudes se mencionan prudencia, moderación, justicia, valentía, magnanimidad y vigor o fortaleza de alma.[7]

Lo contrario de la virtud es el vicio, es decir, aquello que no es coherente con la razón y que no puede ser aceptado y apetecido por sí mismo. Entre los vicios se cuentan la demencia, la incontinencia, la injusticia y la cobardía. También existen las cosas que no son ni buenas ni malas, sino indiferentes como la vida, la muerte, la salud, la fama, etc., son indiferentes porque no pueden dar la felicidad, pues la única felicidad es la virtud. Lo importante es tener una buena disposición del alma y un recto juicio. Entre las cosas indiferentes se distinguen las “preferibles” y las ·”no preferibles”. Es preferible, por ejemplo, estar sano que agonizando, pero ninguna de estas dos circunstancias afecta a la virtud. Las cosas se llaman preferibles porque resulta necesario elegir aquello que es contrario a lo despreciable y no porque lleven a la  felicidad.[8]

La virtud estoica puede ser practicada incluso por un esclavo, pues se trata de hacer las selecciones correctas en la situación en la que nos hallemos, aunque esté restringido nuestro poder para alcanzar cualquier cosa en el terreno material[9].

3. SÉNECA Y MARCO AURELIO

Aunque todos los filósofos estoicos tenían los mismos principios –sin que esto signifique que la doctrina estoica era ortodoxa- y las mismas ideas sobre la vida y la virtud, no todos se suicidaron. De hecho, sólo se tienen referencias del suicidio de unos cuantos. El primero de ellos es Zenón quien, según cuenta Diógenes Laercio, se dio la muerte ahogándose. Al salir del pórtico Zenón cayó al suelo y citando unos versos se suicidó. Vivió conforme a la naturaleza y dejó de hacerlo tras recibir una señal de la misma[10].  Entre los otros casos se encuentran el de Cleantes y el de Dionisio de Heraclea, estos filósofos se murieron por inanición, pesé a la insistencia de sus condiscípulos para que desistieran del suicidio. Se cree que morir voluntariamente de hambre es una especie de suspensión del juicio -ejercicio estoico, muy similar a la duda permamente en Descartes que da como resultado su "pienso, luego existo"; consiste en evitar todo tipo de opinión que pueda turbar el alma. Para ello, es necesario definir racinalmente la representación que se presenta y, a partir de su relación con la virtud, decidir si es buena, mala o indiferente-[11]. Por último está Séneca, quien fue obligado a suicidarse por Nerón. Esto puede interpretarse como si Séneca hubiese contradicho su predicación de la doctrina estoica, pero, en mi opinión, fue ese el momento en el que realmente la practicó, pues no sólo no huyó de la muerte, sino que aceptó su destino y no pidió misericordia, la cual es un vicio según Zenón.

 Como teórico de la ética estoica, Séneca tiene entre sus Epístolas morales a Lucilio una dedicada al suicidio. En ella habla de la muerte como “el término común de la raza humana”[12]; que, aunque es considerada como un mal por las personas insensatas, en “realidad es el puerto que, en ocasiones, hay que buscar y nunca rehuir”[13].  Habla también del sabio estoico que piensa únicamente en la importancia de vivir con rectitud y no en conservar la vida; este sabio no es otro que Sócrates, que fue el único que pudo corresponder con dicho sabio ideal. Éste, pues, es capaz de abandonar su lugar en el mundo si existen cosas que perturben su impasibilidad (o ataraxia); debe considerar como algo indiferente darse la muerte o recibirla, pues no ve la muerte como una pérdida sino como la disolución de un compuesto, porque eso es el hombre: la unión del cuerpo que es el alma y del cuerpo que es la carna. Así, la muerte es una consecuencia necesaria de la vida. Esta necesidad de disolución y  transformación de los compuestos es la misma que mantiene al Cosmos vivo, como un animal que es capaz de proveerse y auntoconservarse gracias a dichas transformaciones -como vimos, en el estoicismo es imposible romper la relación entre Física, Lógica y Ética-. Este carácter de cosa indiferentem de mera transformación, permite que, para los estoicos, la muerte no se trate de si se muere antes o después, sino de morir bien o mal, porque “morir bien supone evitar el riesgo de vivir mal”, es decir, de forma contraria al la naturaleza.
En cuestiones más prácticas, o más éticas, Séneca refuta el argumento de que el hombre puede mantener la esperanza mientras continúe con vida. Para él “la vida no debe comprarse a cualquier precio”[14], nunca se debe obtener la salvación reconociendo la cobardía. Posteriormente ejemplifica con Sócrates y Druso Libón:

Sócrates pudo acabar con su vida dejando de comer y sucumbir por inanición antes que por envenenamiento; con todo, pasó treinta días en la cárcel a la espera de la muerte, no porque pensase que todo era posible y que tan larga dilación daba cabida a muchas esperanzas, sino para someterse a las leyes, para hacer fruir a sus amigos del Sócrates de los postreros momentos.[15]

Mientras que Druso Libón decidió  quitarse la vida antes que morir en manos de Tiberio. De estos dos ejemplos concluye Séneca que aunque no es posible saber cuándo es más conveniente anticipar la muerte que esperarla, en caso de sufrir extrema violencia, lo mejor es darse muerte por mano propia, pues es "preferible" una muerte apacible a una dolorosa. De la misma forma resulta peor la muerte que más se prolonga.

Por último, se habla del suicidio como la garantía de la libertad, porque si se aguarda el final, sobrevalorando la vida que no es por sí misma un bien, lo único que se consigue es hacerse prisionero. La vida no retiene a nadie y nadie es desgraciado sino por su culpa. Si nos agrada vivir podemos seguir haciéndolo, si no lo mejor es regresar al lugar de origen. Séneca explica que “debemos preferir la muerte más inmunda a la más noble esclavitud [… porque] la muerte aún los más despreciables la pueden despreciar” [16].

Por su parte, Marco Aurelio en sus Meditaciones[17], que no son sino su propio manual (otro ejercicio estoico), dice que si no es posible vivir como se tiene proyectado, es decir, de manera coherente, lo mejor es salir de la vida como quien no ha sufrido mal alguno. De acuerdo con la doctrina estoica, insiste en que no se es racional estar triste por algo que es exterior, porque lo que afecta no es el objeto, sino el juicio que se tiene de él. Eliminar el juicio depende de cada quien; y en caso de oponerse circunstancias más fuertes, al grado de impedir la vida coherente, hay que marcharse con buenos sentimientos.

Como consideración final, quiero agregar que la filosofía no es una simple abstracción que usan unos cuantos, sino una búsqueda constante de respuestas y soluciones a los problemas de la humanidad; es la medicina del alma. Y al hablar de la filosofía estoica, hablamos de una doctrina que ofreció fortaleza espiritual y moral en un momento crítico de la historia, un momento que no es tan ajeno al nuestro, al menos en cuanto a las crisis y la degeneración espiritual. Como se apunta más arriba, el fin de la ética estoica  -al igual que el de otras escuelas contemporáneas- es la felicidad. Quizá el sabio estoico sea un modelo inalcanzable, pero si bien es cierto que cosas como la muerte y el suicidio no nos son indiferentes, también lo es que la libertad es fundamental. Y si la libertad, de acuerdo con los estoicos, está en el alma y consiste en vivir de manera coherente, sin afectar a otros y sin dejar que otros nos afecten o perturben, el suicidio puede ser una respuesta; una forma de asegurar la libertad del alma, de esa alma que vive presa de sus errores y miedos, de sus faltas; de esa alma decadente que es capaz de atacar a otra mientras que, cada día, es menos capaz de ser feliz. En definitiva, es mejor ser libre que esclavo y estar muerto que vivir -o pretender vivir- una vida indolente, que no es buena ni para los demás  ni para uno mismo.


                                                         FIN
                                                   UNAM/ FFyL




BIBLIOGRAFÍA

CAPPELLETTI, A. J., Los estoicos antiguos. Madrid, Gredos, 2006.

MARCO AURELIO, Meditaciones. Madrid, Alianza Editorial, 2004.

JULIÁ, Victoria et. al., Las exposiciones antiguas de la ética estoica. Argentina, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1998.

PLATÓN, Apología de Sócrates, trad. de Conrado Eggerslan. Argentina, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1991.

REYES, Alfonso, La filosofía helenística. México, FCE; 1959.

SÉNECA, Epístolas morales a Lucilio. España, Editorial Gredos, 2006.

SHARPLES, R. W., Estoicos, epicúreos y escépticos. Introducción a la filosofía helenística. México, UNAM, 2009.

CIBERGRAFÍA

SOTO RIVERA, Rubén, “El suicidio por inanición entre algunos filósofos griegos”, en Estudios de filosofía. Extraído el 20 de Mayo de 2011 desde http://dialnet.uniroja.es/servlet/articulo?codigo=2415705

SOTO RIVERA, Rubén, “La muerte libre en la época clásica de los griegos”, en La Torre: Revista de la Universidad de Puerto Rico. Extraído el 20 de mayo de 2011 desde http://dialnet.uniroja.es/servlet/articulo?codigo=2396184  




[1] SÉNECA, Epístolas morales a Lucilio, p. 397.
[2]  Platón, Apología de Sócrates, p. 170.
[3] Ibídem, p. 177.
[4] Alfonso REYES, La filosofía helenística, p. 99.
[5] Para las tres partes de la filosofía estoica, véase a A. J. CAPPELLETTI, Los estoicos antiguos. Madrid, Gredos, 1996. 
[6] Victoria JULIÁ, Las exposiciones antiguas de la Ética estoica, p. 35.
[7] Ibídem, p. 33.
[8] A. J. CAPPELLETTI, Los estoicos antiguos, p. 123.
[9] R. W. SHARPLES, Estoicos, epicúreos y escépticos, p. 137.
[10] Rubén SOTO RIVERA, “El suicidio por inanición entre algunos filósofos griegos”, en Estudios de filosofía.
[11] Rubén SOTO RIVERA, “La muerte libre en la época clásica de los griegos”, en  La Torre: Revista de la Universidad de Puerto Rico.
[12] SÉNECA, Epístolas morales a Lucilio, p. 396.
[13] Ídem.
[14] Ibídem, p. 397.
[15] Ibídem, p. 398.
[16] Ibídem, p. 402.
[17] MARCO Aurelio, Meditaciones.

2 comentarios:

Jairo alberto cardona reyes dijo...

El suicidio como derecho humano. Reflexiones marginales. Revista virtual. Universidad Nacional Autónoma de México. Año 5, número 26. Abril-Mayo 2015. Suicidio. Disponible en: http://reflexionesmarginales.com/3.0/el-suicidio-como-derecho-humano/

Unknown dijo...

Yo decidiré cuando debo marcharme.Estoy completamente de acuerdp.con los filosofos estoicos de que vivir no es un bien,sino vivir con rectitud.

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