Más de una vez he deseado no
despertar al día siguiente; más de una vez he querido sentir ese “deseo
romántico” de “morir por amor”. Pero no fue hasta ahora, en mi tercera lectura
de Las penas del joven Werther, que
he notado el hecho de que más de una vez he vivido un conflicto entre mis
deseos, ideas, apetitos, costumbres, razones, sensaciones y acciones.
Porque, al hablar de la novela de Goethe, es
muy fácil decir “se trata de un individuo que se suicida por amor, por el
rechazo de su amada”. Pero, al establecer el diálogo con el texto, uno se
pregunta ¿el suicidio de Werther es causado únicamente por el desamor? Mi
respuesta es no. El suicidio de Werther implica más que desamor: representa la
respuesta -¿equivocada?, ¿acertada? ¿Quién puede decirlo?- ante la problemática de toda una generación
que se enfrenta a los cambios, conflictos y desazones de su época. En otras
palabras, Werther se suicida porque no consigue rebelarse contra lo
establecido, contra su destino.
Hablemos del conflicto. Werther se
mueve en dos polos. Educado en las ideas neoclásicas, tiene un conocimiento
abarcador de ciencias, artes y oficios, lee a Homero; y, sin embargo, adopta la
resolución de atenerse “únicamente a la naturaleza”; desea “elevar [su] alma
por encima de sí misma”, para trascender lo cotidiano y sentir “una gota del
ser que crea todas las cosas en sí mismo y por sí mismo”. Por otra parte,
critica el exceso de mesura y el racionalismo utilitario y frío: “¡Oh, mentes
razonables! […] Me he embriagado más de una vez, la locura se ha enseñoreado en
ciertos momentos de mis pasiones, pero no me arrepiento ni de una ni de otra.
[…] Incluso ahora no es raro que se oiga decir, casi siempre, acerca de una noble,
generosa acción, que quien la ha realizado está loco o borracho. ¡Avergonzaos,
hombres tibios! ¡Avergonzaos, hombres sensatos!”. Pese a ello, no se atreve a romper con lo
establecido, no es capaz, simplemente de deshacer el vínculo entre él y su sociedad.
Así, tras la humillación recibida en casa del Conde, confiesa: “digan lo que
quieran de la firmeza; quisiera ver quién es capaz de sufrir que le critiquen
los cretinos que hallen motivo para vituperarle”. Estamos ante un joven
enamorado que no quiere caer en la sinrazón absoluta, pero se resiste a negar
las aspiraciones de su alma y su corazón.
¿Y el destino? Al principio de la
obra, el protagonista ve a su destino como algo incierto, distante, desconocido.
Después asume que este destino, al igual que el del resto de los hombres, puede
ser lo peor o lo mejor, pero decide desafiarlo a través del amor, la dicha y el
placer: “el sol, la luna y las estrellas pueden obrar a su capricho […]. Sea
cual fuere el destino que me aguarda, nunca podré decir que no he sentido las
alegrías y los placeres más puros de la vida”. Sin embargo, ante la llegada de
Alberto y su boda con Carlota, la visión del destino tiende hacia el fatalismo,
y la dicha se ve distante, irrecuperable. Werther no está dispuesto a enfrentarse
a Alberto y a los demás por el amor de Carlota. Incluso se reprime en la medida
de lo posible. Como consecuencia, es incapaz de arriesgarlo todo por lo que
anhela, pero no puede dejar de desearlo. Esto, junto con los otros conflictos,
es lo que lo arrastrará a la desesperación y el suicidio.
Aquí hay que notar dos cosas: 1)
antes de decidir dispararse, Werther tiene deseos de ir a morir a la guerra,
pero es disuadido por su amigo el príncipe y escribe de éste “Sus razones
fueron tan sólidas que negarle a escucharle hubiese sido más terquedad que
capricho por mi parte”. Y 2) la humillación de pedir el arma homicida a su
rival, de no morir en el primer intento y agonizar frente Carlota no puede ser
gratuita; a mí me parece una forma más en la que se manifiesta la imposibilidad
de Werther de obtener lo que desea, puesto que ni su suicidio pudo ser lo que
planeó.
Las penas del joven Werther es, en definitiva, una novela que debe ser
leída con ojos críticos para evitar quedarnos sólo con la historia del joven
que se suicida por amor. El problema que plantea es más reciente y más profundo
que lo que pudiera pensarse en una primera lectura. Puesto que, actualmente,
aún seguimos suspendidos entre el rechazo hacia nuestras sociedades degradadas
y sus valores comerciales, y la imposibilidad de romper todo vínculo y
abandonar lo que siempre hemos anhelado y aprendido.
1 comentarios:
La crítica literaria es tu mero mole. A mí me cuesta ver lo que hay más allá de una lectura, en verdad que me cuesta mucho. No importa cuántas veces lea yo una novela, no voy a ver más allá de lo que las letras me dicen. Me agradan mucho tus críticas, creo que son tan buenas que un niño de secundaria y/o preparatoria se las robaría sin pudor, así que aguas, protege tus escritos.
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