El "fin del mundo" vs La Conflagración universal

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Lo sé: muchos estamos más que hartos del tema del Fin del mundo; tenemos muy claro que, para variar, es pura mercadotecnia gringa, y que unos idiotas sin talento se sintieron especialistas en cultura Maya y tuvieron la brillante idea de lucrar con su mala lectura de uno de los cinco calendarios. 

Recuerdo que mi maestra de Literatura maya, la hermosa y sabia Simonetta, se puso furiosa cuando se enteró de lo que estaban haciendo estos pseudoinvestigadores. Nos explicaba que, en primer lugar, los cinco calendarios tienen bases matemáticas más que finalidades proféticas; en segundo lugar, la coincidencia entre fechas (el 22 de diciembre y la fecha era de los mayas) no es tal porque, si bien empata en 4 ajau (13.0.0.0.0 o 12 * 144 000 días), no lo hace en el final de dicha cifra pues la fecha era termina en 8 kumkú, mientras el 22 de diciembre termina en 13 kan kin; en tercer lugar, lo único que sucede es un movimiento planetario que los mayas calcularon a partir del Calendario de Venus (el más exacto).

Y si ya sé todo esto, ¿cómo para qué escribir esta entrada? Sucede que estoy de vacaciones y tengo mucho tiempo libre, y además, gracias a algunas burlas y comentarios de tuiteros, recordé la idea de la creación y "destrucción" del mundo que tienen mis amados estoicos. Esto es la Conflagración universal. Esta teoría, parte fundamental de la física estoica, viene de Heráclito, y se parece bastante al Eterno retorno nitzscheano.

De acuerdo con los primeros estoicos (Zenón, Cleantes y Crisipo) el mundo está formado por los cuatro elementos (fuego, aire, agua, tierra). Pero estos cuatro elementos, a su vez, provienen de un fuego primigenio o proto fuego, aquel pricipio racional que crea, ordena y mantiene a todo el cosmos -no olvidemos que, para los estoicos, "Dios es otro modo de ser de la materia"-. Así, el fuego es el principio creador que condensa al universo, es el Logos inmanente y, como tal, está en cada cosa. 

Diógenes Laercio (VII 142), parrafraseando a Zenón, dice que "El universo nace cuando, a partir del fuego, la sustancia se transforma en humedad a través del aire. Luego, la parte espesa de éste, al condensarse, acaba por producir la tierra, y su parte ligera se vuelve aire; y éste, al tornarse más ligero todavía engendra el fuego. Después, al mezclarse, de ellos nacen plantas, animales y otros géneros [de entes]". 

Si así se crea el mundo, ¿cómo se "destruye"? Más que destruirse, se transforma -sí, como la materia y la energía, energía que aquí es material-.  En efecto, llega un momento determinado y cíclico en que todo se transforma en fuego. Esto lo explica muy bien Nemesio en su De natura hominis (38. 111, 14-112, 3): 

Dicen los estoicos que cuando los planetas regresan al mismo signo celeste (en largura y anchura) donde cada uno se encontraba originalmente al momento en que el mundo se formó, [entonces], en periodos de tiempo determinados, [los planetas] causan de nuevo la conflagración y destrucción de los seres que existen. Nuevamente el mundo vuelve al mismo estado que tenía al inicio y, cuando las estrellas se mueven de nuevo de la misma manera, cada uno de los seres que surgieron en los periodos pasados cumple con su cometido de manera indiscernible.

En efecto, Sócrates y Platón existirán de nuevo, y así mismo cada uno de los seres humanos, con los mismos amigos y conciudadanos: sufrirán las mismas cosas, encontrarán las mismas cosas, y pondrán su mano sobre las mismas cosas; y cada ciudad, pueblo y pedazo de tierra serán reconstruidos. La reconstrucción de todo sucede, no una vez, sino muchas, más bien, los mismos seres son reconstruidos un número infinito de veces y sin fin. No estando sujetos a ser destruidos, los dioses, gracias a su entendimiento de este periodo, conocen apartir de él, todo lo que será en los periodos subsecuentes.

En efecto, nada extraño habrá en comparación con lo que existió antes, sino que todo será de la misma manera, indiscerniblemente y hasta en los más mínimos detalles.
 
Lo más criticado de esta teoría es la afirmación, poco verosímil quizá, de que las cosas son exactamente iguales en todos y cada uno de los ciclos infinitos. Sin embargo, dicha afirmación es necesaria porque, si el siguiente mundo fuera distinto a éste, uno de los dos tendría que ser más perfecto que el otro, lo cual es imposible en un mundo creado, ordenado y mantenido por la razón universal. Es por ello que cada ciclo tiene como resultado un mundo perfecto. Y sé lo que están pensando: ¿Cómo puede ser perfecto un mundo en el que existen personas como Peña Nieto? La respuesta es bien simple: la perfección del Cosmos es aplicable al cosmos en conjunto. Es decir, Peña Nieto es una mierda, pero es sólo una parte del cosmos, no el cosmos entero. No es posible aplicar una opinión individual. Pero esto ya es una cuestión ética y escapa al tema de esta entrada. 
 Un aspecto fuerte de la teoría estoica de la Conflagración universal es que su carácter panteísta (pan: todo, teos: dios) rompe con la idea creacionista de un Dios superior, que con su mano toda poderosa lo hizo aparecer todo. Así, la teoría se vincula con la ciencia y -¿por qué no decirlo?- podría vincularse, incluso,  con el famoso BigBang puesto que se explica a través de un cambio constante de la materia que da como resultado la creación del cosmos a partir del fuego... Ya no es la causa eficiente de Aristóteles y de la teología cristiana, ni la causa puramente material de Epicuro; es una causa inmanente, una fuerza perfecta que atraviesa y rige el universo entero. 
 Pensar en el fin del mundo puede darnos entretenidos memes y pretextos para comentar en las redes sociales; a mí me sirvió para pensar en una teoría que puede ser rechazada o aceptada, pero que a mí, como estoicista, me encanta, porque si todas las cosas que me están pasando (en especial las malas) ya ocurrieron y ocurrirán infinitas veces, ¿para qué me preocupo? 
En fin, seguro me faltaron cosas que decir, pero para una entrada de blog me parece suficiente por ahora.