MARÍA, ¿LA HEROÍNA ROMÁNTICA?

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                                                                                     Mujer, si te han crecido la ideas
de ti van a decir cosas muy feas,
que no eres buena, que si tal cosa…
que cuando callas te ves mucho
 más hermosa…
(Gloria Martín)

INTRODUCCIÓN

Sobre un texto se pueden hacer muchas preguntas, pero la primera, la que desencadena todo análisis y crítica se reduce a dos palabras: ¿Nos gustó?.. En efecto, preguntarnos esto sobre una obra nos lleva inmediatamente a responder a un segundo cuestionamiento: ¿por qué?

En lo personal –sin que necesariamente lo personal corresponda a lo subjetivo-, María, la novela romántica de Jorge Isaacs, no me gustó. Hace años leí Werther y me encantó, por lo que esperaba un resultado similar con la novela del colombiano, pero “algo” pasó y confieso que terminar de leer María exigió un esfuerzo de mi parte. Estuve preguntándome un largo rato acerca del porqué de mi rechazo hacia la novela. Ciertamente, comparte elementos fundamentales del Romanticismo con la obra de Goethe (las descripciones de la naturaleza en comparación con los estados anímicos del personaje, el amor a la cultura clásica), incluso aporta otros muy interesantes (como las famosas descripciones costumbristas). Tras escuchar los comentarios en clase, supe el motivo de mi desagrado: el personaje de María. Pero, me pregunté de nuevo, ¿por qué no me gusta la heroína romántica, tan parecida en Isaacs y Goethe? No me gusta, porque responde a un estereotipo de lo femenino y, como tal, carece del rasgo esencial del héroe romántico: la individualidad. María no es una heroína –en especial si se le compara con un héroe-; es un ideal sexista que provoca, y con razón, el rechazo de toda mujer que se asuma como tal.  Es por ello que en este trabajo vamos a hablar,  en primer lugar, de la mistificación en la obra de Isaacs; después, y para  comparar, daremos una definición de héroe romántico, sin olvidar, claro está, las consideraciones finales.

Cuando decimos que el personaje de María es un estereotipo, es necesario indagar sobre el proceso mediante el cual se crea dicho estereotipo. ¿Quién lo elabora? ¿Cómo lo elabora? ¿Por qué lo elabora? Los grupos dominantes de cada sociedad construyen interpretaciones sobre su medio ecológico así como sobre su realidad social. Esto se hace mediante la mistificación (esquema de ideas o doctrina alrededor de una persona o personas, dotándola de un valor o sentido profundo)[1] que, en sus formas más significativas, intenta justificar, racionalizar y legitimar los datos socio-culturales. Así, se crea un modelo de acción por medio del cual el grupo dominante proporciona los contenidos simbólicos de la dominación para garantizar mejor la defensa de sus intereses[2].  Si trasladamos esto a la situación de “lo femenino” veremos que el fin último de este complicado proceso es impedir una toma de conciencia respecto a los daños que provoca el sexismo, y mantener el status quo de la situación. De esto resultan los papeles asignados tradicionalmente a las mujeres: el de reproductora, trabajadora doméstica,  encargada del cuidado infantil y objeto erótico[3].

Para ver como Isaacs crea el estereotipo femenino del que hablamos, vamos a analizar seis capítulos de su obra (11-16 y 23). Lo haremos así, porque el modelo aparece en toda la obra, y no son necesarios más que unos cuantos capítulos.
Efraín, ama a María porque además de ser hermosa, “había en su rostro […] tal aire de noble, inocente y dulce resignación”[4]; y todo ello la “divinizaba”. Si a esto le añadimos la comparación que uno de los personajes (Tránsito) hace entre María y la Virgen de la Silla -sin contar la obviedad del nombre de la “heroína” de la novela- tendremos al modelo de la virtud femenina por excelencia: la Virgen María. Con algunas variantes, este es el estereotipo del que hablamos. Sin embargo, existe un modelo más, uno negativo que se da en función del otro: el de la prostituta. Pero de esto trataremos más adelante.

Comencemos con la belleza física de María. De acuerdo con Graciela Hierro, los únicos modelos tradicionales estimados para la mujer son la madre, la esposa y el objeto erótico: la mujer joven y bella. La belleza se idealiza de manera diferente en cada sociedad, pero, en todas, es capaz  de conferir un valor a las mujeres. Los ideales de belleza femeninos se realizan a través de la posesión de cualidades poco frecuentes; y esto tiene una clara función política: se intenta eliminar –de la función valorizante- a todas las mujeres que no se adhieran al modelo requerido. Con este procedimiento se elimina la individualidad femenina, la cual se conforma en un patrón ideal. En esta forma se elimina la disidencia, al eliminar la individualidad[5]. En efecto, es  difícil que la mayoría de las mujeres tengan los rasgos con que Isaacs retrata a María. Sin embargo, como buen romántico, Efraín no se enamora únicamente del exterior de María, sino de una serie de rasgos que la vinculan a la religión católica -que es, dicho sea de paso, una de las instituciones que se constituye como baluarte de la mística femenina-  y a la representación de la Virgen. Aunque la Virgen María es todo un tema, podemos decir  que se caracteriza por ser “una frágil y sutil figura que, siempre inmóvil, ajena al bullicio, a la vitalidad, a la desmesura y a los amoríos legendarios que nutrieron la mitología y la tragedia”; se representa “como la gracia por excelencia, el rostro de la sabiduría, el silencio y, sobre todo, la misericordia”; y se conduce de forma “humilde, obediente al mandato supremo […] con la docilidad que durante siglos ha servido de modelo de la perfecta sumisión cristiana”[6]. Por su parte, María, la “heroína”, es, como la madre y la hermana de Efraín, una mujer devota que lee Genio del Cristianismo; con una sonrisa “castísima”; “ella tan cristiana y tan llena de fe se regocijaba al encontrar bellezas por ella presentidas en el culto católico” (cap. 13).  Por otra parte, la característica principal de la Virgen, y por tanto de María, es ser madre. Aunque, el personaje de Isaacs no tiene hijos, la vemos cuidar amorosamente a un niño desde el capítulo 10. En este sentido, la mistificación surge de la divinización de principio femenino reproductor que evoluciona a una mística desacralizada, donde ya no se venera a las deidades de signo femenino, sino al principio reproductor encarnado en las mujeres concretas. A partir de ahí, se desarrollan los llamados valores femeninos de pasividad, docilidad, pureza e ineficacia a los cuales se les confiere un significado profundo, cuando en realidad no son más que rasgos negativos y el instrumento de manejo ideológico de la mujer; en efecto, si se tratara de valores humanos, deberían ser compartidos también por los hombres[7].
Todavía queda pendiente hablar del estereotipo que se antepone al de la madre, que no es otro que el de la prostituta. Y, en efecto, ésta hace su aparición, aunque sea de forma velada, a penas mencionada en algunas frases. En el capítulo 23, cuando Efraín, María, Carlos y Emma se encuentran en el salón, y Carlos, con cierta malicia, menciona a una bailarina de nombre Matilde. Y, pese a que nada se dice en concreto, basta una pregunta de Carlos para adivinar sobre qué se está hablando: “¿Y aquel lance joco-serio que tuvo lugar entre los dos, en casa de la señora..?” Matilde, la mujer con la que Efraín tuvo que ver y de la cual se avergüenza ante María, se opone a ésta desde el principio de la escena: no sólo baila, sino que da clases a los hombres, hombres que pueden tener algo “joco-serio” con ella si lo desean. La prostituta es el polo negativo de “lo femenino”. El enfrentamiento produce en la prostituta un sentimiento de interiorización mayor al de la madre, puesto que no posee los privilegios de la mujer “decente”.




Es tiempo de hablar del héroe romántico. Para el romántico, que rechaza la relatividad de los valores que el mundo de su tiempo le ofrece, ninguno de sus actos debe estar guiado por el absurdo y la gratuidad. Su conciencia, dolorosamente, adquirida al pertenecer a un mundo espiritualmente superior, que necesariamente se halla convulsionando por las grandes pasiones y en contraposición al mundo inferior y mediocre de los que se consuelan en la resignación y en la miseria idolátrica. Para el héroe lo que da alas a la voluntad y la hace volar más allá del desfiladero de la desesperación es, precisamente, esta percepción absoluta de la propia condición. Posee en alto grado los principios universales y atemporales del Yo heroico. Rasgo principal y punto de partida del Yo romántico es su apercibimiento profundo de la condición mortal del hombre: el insuperado sentimiento de muerte, más allá de toda esperanza, preside el alma romántica. Por otro lado está la belleza. En la belleza y el amor encuentra el héroe el campo de pruebas idóneo para volcar su afán de infinitud. La pasión amorosa y la pasión estética del romántico son los frutos directos de su ansia de acción.[8]

Si pensamos en Efraín a la luz de lo anterior –única forma de hacerlo, puesto que es un típico héroe romántico-, no es difícil ver la diferencia abismal  que existe entre él y María. Ella no rechaza los valores de su tiempo: los sigue y respeta; se consuela con la resignación y la misericordia; no tiene una voluntad, por lo memos no una evidente; y, como veíamos más arriba, María no tiene una tendencia hacia lo individual.
En otras palabras,  al contrario de María, un héroe es aquel que posee grandes cualidades humanas, todas ellas nobles y que lo reafirman como individuo.




Una vez hecho lo anterior, es hora de hablar de conclusiones o consideraciones finales. Es evidente que así como en una realidad sexista no es lo mismo hablar de hombres y de mujeres, en la literatura no es lo mismo hablar de héroes que de heroínas. En ese sentido, la heroicidad de la mujer en María no sólo queda en entre dicho, sino que no existe. Es cierto que las mujeres y los hombres no tienen las mismas cualidades, pero esto no quiere decir que se pueda hablar de una superioridad, y mucho menos que justifica que se someta a la mujer a estereotipos que le reprimen todo intento de individualidad.
Claro está que María es literatura, es ficción. Sin embargo, la influencia recíproca del arte y la sociedad es mucho mayor de lo que se suele pensar. De ahí que los personajes literarios heroicos (y no heroicos) no sólo expresen la sociedad en que surgieron, sino también nos dejan saber algo de aquellas que los adoptan.[9]

Al final, debo confesar que me resulta triste saber que no podré leer una novela romántica de la misma forma. Ni siquiera me atrevo a releer Werther.


FIN

UNAM/FFYL













BIBLIOGRAFÍA:

DIRECTA:

ISAACS, Jorge, María. Buenos Aires, Editorial Andina, 1967.


INDIRECTA:

ARGULLOL, Rafael, El Héroe y el Único. Barcelona, Destino, 1990.

BÚXO REY, María de Jesús, Antropología de la mujer. Barcelona, Anthropos, 1978.
HIERRO, Graciela, Ética y feminismo. México, UNAM, 1986.

RIVERO WEBER, Paulina, Se busca heroína. México, ITACA, 2009.

ROBLES, Martha, Mujeres, mitos y diosas.  México, CONACULTA, FCE, 1960.

















[1] Graciela HIERRO, Ética y Feminismo. p. 11.
[2] María de Jesús BUXÓ REY, Antropología de la mujer. p. 89.

[3] Graciela HIERRO, Op. cit. p. 12.
[4] Jorge ISAACS, María. p. 27.
[5] Graciela HIERRO, Op. cit. p. 38
[6] Martha ROBLES, Mujeres, mitos y diosas. pp. 226, 227.
[7] Graciela HIERRO, Op. Cit. p. 20.
[8] Rafael ARGULLOL, El Héroe y el Único  pp- 371-380.
[9] Paulina RIVERO WEBER, Se busca heroína. p. 34. 

La UNAM y los ¿rechazados?

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Uno de los temas en algunas redes sociales (ya saben cuales) el día de hoy son los llamados rechazados de la UNAM. Las opiniones son varias, pero hubo una de @dianarual que -por decirlo de buena forma- motivo esta entrada. La señorita Diana Laura dice: "No son rechazados de la UNAM, son los reprobados. Selección natural, así de simple". No sé que me sorprendió más: la indiferencia de esta persona ante quienes se quedarán sin poder estudiar o la forma pseudointelectual de explicarlo. Y no es que quiera atacar a alguien que no conozco, pero no puedo negar que actitudes como esa indignan. Entiendo que hay un número de aciertos necesarios para acceder a cierta carrera, entiendo que unos los obtienen y otros no; sin embargo, debemos tener presente que, al incrementar la demanda de lugares anualmente, el número de aciertos también aumenta.
Entonces, el problema es más grave que simplemente afirmar si alguien "estudio lo suficiente" o no. Viene de más atrás, de más arriba (como la lava que arrasa los campos) y quiere ir más adelante. Viene de atrás porque antes de juzgar la falta de conocimientos de una persona es necesario preguntar de dónde viene. Desde hace algún tiempo, los maestros de primarias y secundarías públicas tienen la obligación de pasar a los alumnos sin importar si su rendimiento lo permite o no. ¿Qué quiere decir esto? Sencillo: así lleguen a sexto de primaria sin saber leer, o a 3ero de secundaria sin saber dividir, los alumnos aprueban los cursos para que la SEP pueda jactarse de sus números falsos. Es, a todas luces, una educación mediocre. Después los jóvenes, que intentan seguir estudiando, hacen su examen para la preparatoria, ¿y qué sucede? ¡Oh sorpresa! La mayoría de los que vienen de escuela pública y no puede pagarse cursos de regularización de seis mil pesos reprueban. Y así seguimos: muchos que no pueden entrar a CCH, Prepa o Voca, van a preparatorias oficiales con planes de estudio mediocres o, si les va "mejor", a caras escuelas de paga que no tienen el nivel suficiente. De esta manera, el hecho de que  muchos no puedan aprobar un examen de ingreso no resulta tan sorprendente. Esto de ninguna manera es una casualidad. "Los de arriba" saben perfectamente que alguien sin educación es un obrero más, y eso es lo que quieren: gente que trabaje, que no piense, que no cuestione, que no se prepare para enfrentarlos.

Permitir esta situación o peor aún asumirla como simple "selección natural" entre inferiores y superiores -¿acaso Hitler no estaba muerto?- sólo demuestra que la ética y la preocupación por el otro están más que muertas. Universitarios en general y estudiantes de la UNAM en particular, les pregunto ¿alguna vez tomaron una clase de ética? ¿Les dijeron sus maestros que es mejor actuar a favor de los demás que criticarlos? No entiendo como es posible que un universitario puede expresarse con desdén y burla de un ser humano que tiene los mismos derechos de superarse por él. ¿Acaso el famoso "Por mi raza hablará el espíritu"  usa la palabra 'raza' sólo para referirse a los superiores que estudian en la UNAM?


Sobre un sueño

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que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son. 
Calderón de La Barca


Quiero hablar de un sueño, pero no de cualquier sueño, quiero hablar de un sueño mío muy reciente y muy vivo, muy importante para mí. No sé una mierda del psicoanálisis de los sueños, tampoco sé qué es lo que las personas racionales dicen sobre el soñar. Pero no necesito de todo ello para narrarles un sueño, ¿o sí? 

El sueño es éste: mi profesor de filosofía, que es alguien a quien admiro y quiero bastante, venía a mi casa, una casa que no era mi casa (era más amplia y luminosa) pero que yo identificaba como mi casa. Comíamos y hablábamos por horas. Pero yo invité a Gustavo, mi profesor, porque quería que me dijera qué fui en mi otra vida, y lo hizo; me dijo: fuiste un escarabajo negro. Lo primero que hice al despertar fue tomar el celular  para contarle a Gustavo que soñé con él. Unos días después me respondió y  le conté el sueño. Yo no le di mucha importancia al asunto; supuse que se debía a que por aquellos días estuve pensando en él. 

Pero la importancia no depende tanto de los juicios como de los hechos en sí mismos. Explico: resulta que en su último mensaje, Gustavo me preguntó por los detalles del sueño, en especial por el escarabajo, dijo que respondiera y que después me explicaría. Esperé unos días sin que mi profe me dijera más, estaba cada vez más intrigada por su reacción. Así que me fui al sagrado Oráculo de Google, y una de las primeras páginas que apareció es la siguiente:  http://www.institutoestudiosantiguoegipto.com/escarabajo_sagrado.htm 

Habla, a grandes rasgos, del escarabajo pelotero (que es de color negro): 

Al observar al escarabajo pelotero, ateuchus sacer, quien empujaba y hacía rodar una bola pequeña de estiércol dentro de una grieta apropiada, donde las hembras amasaban los fragmentos que se convertían en reservas alimenticias y en donde eran incubados sus huevecillos bajo su protección y calor, los egipcios creyeron ver el renacer de la vida (por el acto de empujar cada día al sol de levante, simbolizado por la bola de estiercol). El escarabajo fue divinizado debido a que el sol, relacionado con él, era la más importante de las deidades egipcias;  los sacerdotes se identificaron con aquello que representaba el escarabajo, pensando en convertirse a sí mismo en símbolos de vida y regeneración.


No pude evitar vincular el simbolismo del escarabajo pelotero con mi sueño. Sobre todo porque nunca había oído sobre tal significado, ni siquiera tenía claro cómo son los escarabajos peloteros. Sé que esto puede ser llamado 'casualidad' por cualquiera, y está bien. Pero sucede que yo no creo en las casualidades. Para mí, y mal-citando a Aristóteles, la casualidad y el azar son aquellos efectos cuyas causas se desconocen y/o no pueden ser comprendidas por los humanos. Pienso que  mi sueño tiene tras de sí algo más grande que yo,y eso me emociona, porque lo cierto es que nuestro positivismo de feria nos hace negar todo aquello que "la ciencia no puede probar"; una visión tediosa y reducida, si me lo preguntan.